sábado, 17 de octubre de 2009

El desierto de Atacama

Salar de Atacama

Valle de la luna

Valle de la luna

Duna en el valle de la muerte


El Desierto de Atacama es el desierto más árido de todo el planeta. Se encuentra al norte de Chile.
Para realizar la visita a los distintos puntos de interés, el pueblo San Pedro de Atacama es el punto de partida. Este pueblo, de algo más de 4000 habitantes, un oasis en medio de un desierto, es exactamente la idea que se tiene de un pueblo en el desierto. Sus calles son de arena, las casas de una planta, son de adobe, y los tejados son de adobe o paja.
Se encuentra a una altura de 2400 metros al nivel del mar y es el único foco de algo de vegetación en muchos km a la redonda.
Es el paraiso de mochileros y bohemios. Entre otros personajes que conocí, había una antropóloga francesa, un italiano y un uruguayo que han acabado como guias turísticos, y un chileno que ha vivido en distintos paises, selvas y otros lugares, hasta acabar en San Pedro de Atacama.
Las restricciones de agua y cortes de luz, están a la orden del día, por lo que es normal que tras la vuelta de alguna excursión lleno de polvo, no te puedas duchar.
Para realizar las principales excursiones, contraté un tour con una agencia local, que se encargan de llevarte y explicarte los distintos sitios.
El primer lugar a conocer fue el propio desierto y el salar de Atacama, una inmensa planicie de sal, donde hay algunas pequeñas lagunas de aguas muy saladas donde hay flamencos.
Seguidamente subimos a las lagunas altiplánicas. A una altura de más de 4000 metros, estas lagunas en plenos Andes, eran de una gran belleza.
El segundo día fuimos a ver los geiseres de Tatio. Había que partir a las 4 de la mañana, porque se encuentran a 90 km de San Pedro, por caminos de tierra, y la hora de más actividad es al amanecer, porque los geiseres y fumarolas, se activan con los cambios de temperatura.
Cuando llegamos al Tatio, la temperatura era de -5ºC y estaba tan helado que cuando me dieron un café, parte del café lo rocié sobre las manos para calentarlas algo.
Posteriormente nos metimos en unas piscinas de agua caliente que salen de los geiseres. Dentro del agua se estaba bien, el problema era al salir del agua.
A la vuelta paramos en un pequeño poblado donde comimos unos anticuchos (pinchitos) de llama.
Ese mismo día, por la tarde, fuimos a visitar el valle de la luna.
El paisaje era espectacular, casi como si estuvieses en otro planeta, y al atardecer, era precioso el juego de colores del cielo, los Andes, el desierto y el valle.
El último día, un poco cansado de excursiones, decidimos ir a practicar sandboard, que es como snowboard pero sobre la arena.
Por el módico precio de 12.500 pesos (unos 15 euros) por persona, unos monitores nos llevaron a un grupo de 11 personas al valle de la muerte, donde nos enseñaron como practicar este deporte. Ni que decir que me pegué unos cuantos costalazos, pero las caidas eran blandas por caer en arena, y era bastante divertido.
Lo más agotador era subir la duna cada vez que bajaba.

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